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Pienso.
Hay amores que pueden acabarse
y otros que no.
Me vino a la memoria
el día que el frío
se nos había agarrado de los huesos.
El agua nos envolvía,
parecía castigarnos,
por habernos quedado / otro rato
en el taja.
Nos guardamos en el molino / de la tempestad
Todavía era esa época
en que todo era bosque espeso
y hermosos senderos.
El viento sonaba enojado.
Temblábamos sin freno.
Nos abrazamos
estábamos solos
Nos dijimos: ¿qué hacemos?
Cuando te aprisiona el pánico
o la rama se quiebra
o se fortalece.

Cambiemos la respiración,
fue la idea.
Calmémonos.
Seguimos abrazados.
El frío se arrinconó
cuando pasó el temblor.
Mágico.
Como el amor.

Años después.
Estaba por llegar
el tipo que me ganó
ese amor
sin esfuerzo.
La madre temblaba
como todas las hojas en el viento.
Y al oído / envueltos por un batallón médico
recordamos
aquella tarde en tempestad.
El conjuro volvió a valer.
Pero la magia
tiene su costo
y lo incondicional,
fortalecido,
ahora era de él.
Dueño de esos amores sin fondo.

Ahora vengo a darme cuenta
la suerte que tuvimos
de nacer
con el tanque lleno
de amor.
Nadie, nadie, nadie / en cualquier mundo
debería estar privado
de tamaño sortilegio.

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