Por Dios no vayas a tomarlo como una presión para que no me cagues. No es la primera vez que lo cuento a esto, y después anduvieron por ahí diciendo que lo cuento para disfrazar una amenaza. Viste como es, al final uno termina enterándose de todo por acá, a menos que te hayas vuelto un muerto político y cada paso tuyo sea como estar en la playa viendo el mar crecer: se te van hundiendo las patas porque el agua te lleva la arena. Bueno, así pibe, vas a ver muchos de esos con la fecha de vencimiento en la frente. Tipos que transpiran cuando se miran al espejo, porque el reloj les atrasa y no tienen chance.
Este que te digo se volvió uno de esos. Todavía no cayó, pero yo me lo imagino dentro de poco, porque la traición es bastante difícil de tenerla de tu lado. O sea, la traición en sí, todos traicionan, no te voy a negar que yo también hice lo mío. Pero siempre hay límites. Es como pegarle con un palo a un panal para sacarle la miel, si te emocionás y pegás demasiado fuerte, las abejas se te ponen en contra. Y la traición es así, cuando te pica una, dos, te la bancás y le ponés cintura porque vos también sos bicho, pero si te descuidás la ligás feo y estás afuera.
Te decía de éste, y en serio no lo tomes como amenaza. Vos me caés bien y yo necesito gente piola para laburar desde abajo. Si te mantenés cerca vas a aprender rápido porque tenés pasta. Pero cuidado de creértela. Otra vez, no es amenaza, si yo estoy de vuelta, pero vale que lo tengas presente porque acá no viene gratis ni el agua.
Este loco venía haciendo ruido desde su provincia. Lo veías y no dabas dos pesos, pero tenía algo que me llamaba la atención. Yo no podía entender cómo había llegado tan lejos. Pregunté por él cuando entró de candidato a Gobernador. Con el candidato de nuestro partido nos felicitamos, parecía pan comido. No sé si te lo dijo alguien, capaz lo hayas escuchado como un mito, pero te puedo asegurar que a veces se hace campaña dentro de los otros partidos para ponerles candidatos que sean unos paquetes. Entre mi candidato y mi partido hicieron la movida en la provincia de este tipo, ubicándolo a él, porque la fija era otro más pulenta. Tenían creo que dos punteros chamuyando en las reuniones. Ojo, éste no era un aparecido, venía de ser intendente en una ciudad pesada. Boludo no era, pero nos convenía porque al otro lo querían mucho en su partido y tenía mucha llegada en la tele.
La estrategia fue conseguirle senaduría segura al pez gordo, que es de rama conservadora y a esos les gusta el futuro firme, imagináte que todavía está ahí prendido.
¿Pero podés creer que el paquete nos ganó? Se la llevó casi de taquito. Mordimos el polvo, y me vine a enterar que mi candidato estaba marcado porque tenía mucho compromiso con la trata. Una locura, se les había escapado a varios el dato. A veces pasa con las provincias, los muchachos se apañan entre ellos y te omiten algunos detalles fuleros. Y el tipo nos ganó y fue gobernador. Así que lo tuve que conocer.
Tipo amistoso. Prolijo, bastante portado, pero con un dejo de campechano, medio desarreglado a propósito, como para no descuidar la hacienda. Eso me lo pintó inteligente. Hablando en varios encuentros lo sentí entrador, se le notaba facilidad para entender qué te interesaba a vos y te marcaba el personaje que más te gustaba. Yo me daba cuenta, clarito, pero me servía también dejarlo hacer. Aunque el drama estaba en que tampoco lo podía dejar crecer mucho porque en la primera de cambio me tapaba el sol. Ya nos acordamos del petizo que vino casi montado en mula y nos pintó la cara a todos. Nooo, tuve que pensar un plan.
Me lo fui trayendo para mi molino. En cierto momento de la vida política uno tiene que pisar medio en el aire si quiere seguir avanzando. Hay dos cosas que son importantes: la lealtad, y la rebeldía. Yo siempre puse esto como ejemplo: si vos sos capaz de discutirle a tu viejo contra algo que para él es verdad absoluta, entonces sos capaz de discutirle a cualquiera. El hombre que se rebela contra lo que su familia le inculcó desde la cuna, se está permitiendo reconocerse como individuo, y después reconocerse socio en la sociedad que camina. Ya sé, me puse filosófico, pero escucháme: Podés terminar dando la razón con el tiempo, pero lo importante es que estés parado sobre firme, que hayas madurado la idea; o que los demás lo piensen así. Además, A DE MAS, viejito, te digo: rebelarse es parte necesaria de la evolución. Uno se rebela contra sus padres porque llegado un punto debe superarlos, y para hacerlo debe cuestionarlos.
Yo un día le dije a mí vieja: Mamá no insultes mi capacidad de ser alguien, de pensar. Si me estás diciendo «no aprendiste nada», es porque querés que sea tu sombra, una simple extensión de tu vida, un más acá que no esperás que haga más que lo que vos hiciste. Si, en cambio, pretendés que sea algo más, entonces permitíme pensar distinto a vos. Y en cualquier caso volver a un pensamiento parecido al tuyo pero atado a mi propia reflexión.
Se quedó muda la vieja.
Ahí también debe aparecer eso que te dije antes del piso, del ideal digamos. El hombre debe tener la capacidad de sostener un argumento acorde a lo que piensa por instinto, darle palabras y sostén, sin mentir, a sus convicciones. Eso lo hace destacarse, y que los demás persigan su protección.
Eso tenía este tipo, te juro. Y yo le ofrecí seguir rebelándose, poniéndolo a prueba a él y a su manada.
La ambición de poder es muy puta che. Y la traición, para que no se note tanto tiene que estar despegada del poder. Si no, te pasa como a éste: yo le ofrecí algo que significaba una traición, pero tenía por recompensa cierto poder. Tampoco me lo iba a ganar gratis. Ni a él ni a la manada. Y me demostró que era un conductor. Posta eh, un conductor, no sé si un líder. Líder es el que levanta un dedo y todos se callan para escucharlo. Conductor, en cambio, es un diplomático que sabe negociar y trasladarlo a la masa interesada. Incluso sabe reconocer a los interesados dentro de esa masa. Bue, eso es casi básico en política igual. Madurálo.
No me quiero ir por las ramas. Me traje a un tercio de su partido conmigo, y arrasamos. La gente de abajo notó la traición, pero estaban tan desorientados que no hicieron ni fuerza. Arrasamos y yo me hice de un aliado interesante.
Pero está eso de la lealtad. La lealtad no es moco de pavo pibe. La gente va y viene porque le conviene, son pocos los que son leales. Y para darte cuenta quién te es leal, a niveles como el mío, como al que poray llegás algún día, hay que apostar.
La lealtad se construye de pequeños riesgos, de darle a un ladrillo el poder, o por lo menos darle la sensación, de sostenerte, de saberse necesario. Para saber de qué madera es un árbol tenés que pararte encima, y para saber si no se quiebra tenés que saltar. Te podés romper la cabeza, ta clarito, pero es la única forma.
Lo importante es saber a qué distancia tenés el suelo, y cuántos árboles que te banquen a los costados. Sobretodo si el salto es grande. Pero se gana fuerte si se apuesta fuerte pibe, no hay otra, es ley de vida.
Lo puse bajo el ala, pero ojo, no éramos amigos eh. Cuando el brote no es del mismo árbol, podés compartir el bosque, pero las raíces siempre serán distintas.
Con el tiempo el tipo medio que se entró a agrandar. Se empezó a despegar. Un poco por las diferencias que siempre habían existido, y otro poco porque algunos lo empezaron a cebar como el caballito de troya. Lo mimaban de nuevo en los medios, ahora lo pintaban como el equilibrio para que nosotros no nos fuéramos al carajo. Él aprovechaba la volada con perfil bajo. Una vez leí un libro, la Torre Oscura, ¿nada que ver no? Bue, decía en una parte “dejá que tu leyenda se adelante, que le crezca la barba, que te haga inmortal” ponele, algo así. Lo que quiero decir es que cuando la bola de nieve crece, hay que dejarla ir cuesta abajo y quedarse mirando, que mientras crezca a uno le sirve. Eso hizo él, y yo también me quedé esperando.
La oportunidad apareció con una ley. Queríamos cambiar ciertas reglas de unos impuestos. Explicarte qué queríamos nosotros es más de lo mismo, porque las interpretaciones fueron muchas, y cada cual formó su opinión. Lo importante es que un poco se nos fue de las manos la cosa. Sabíamos que nos metíamos en una brava, pero se puso duro de verdad. Esas batallas que dejan marcas, viste, van derechito a los libros de historia.
Se puso de punto medio país, digamos. Complicado de verdad. En medio de eso, el tiroteo era incesante y nos acribillaban. De nuestro lado estábamos bien armados de gente, pero meterse a la calle es bravo, hay sectores que siempre están esperando para disparar guerras civiles que hagan colapsar todo, y en un quilombo de esos los que caíamos éramos nosotros. Para qué te voy a explicar si lo viviste vos también.
La cámara baja la pasamos relativamente fácil, pero arriba se puso todo de culo. Eran las últimas instancias, y siempre se pone duro al final del camino. Además afuera había mucha presión, tremendo. Y aunque parezca mentira, en esas carreras siempre hay pingos que levantan la marcha y terminan siendo fusiles que se queman para desahogar.
Para colmo venía pareja la cosa, brava mal. Había mucho lobby. Imagináte que estábamos discutiendo por mucha guita. Y te confieso que poray le erramos en que no separamos las aguas de arranque. Apuntamos los mismos cañones a distintos objetivos y se nos disparó la perdiz. Teníamos un incendio impresionante. Yo no sé cómo no pasó nada grave.
Una semana antes del final me lo cruzo a éste, que manejaba la cámara alta. Lo saludo con la mano, me dice, tranquilo que esta es la nuestra. Y no lo vi más hasta que estábamos todos jugados.
La cosa se puso épica. Empatados en votos, cosa increíble. Y este loco que de golpe y porrazo liga la definición en bandeja. La pelota con el arco libre. Ni en mil años se repite, te juro. El tipo con la llave de la victoria en la mano.
Y podés creer que pide disculpas, medio que pucherea, y nos baja el pulgar. NOS BAJA EL PULGAR. Me traiciona. Lo hace de una manera caprichosa, te digo. Lo hace y lo dice para las remeras, para toda la historia. Lo dice como cuando el Diego dijo la pelota no se mancha. Me acuerdo y mirá cómo me pongo.
Te juro pibe, ESO… fue lo más leal que le vi hacer a alguien en política.