Un poquito se nota la tierra ehh…
Tiré la última palada para cualquier lado. El pozo parecía una pileta olímpica. Me arrodillé a la altura de Luisina y le dije.
–Lu, mi vida, luz de mis noches oscuras, ¿en serio no te parece que es lo más práctico?
Ella me miró. La carita amenazaba tormenta. Viento y granizo. –No papi, me van a tener que comer a mí también…
Bajé los brazos. Bajé la cabeza. Estaba cansado en todo sentido. –Está bien… calculo que tenés razón…
Nos llevó como 5 horas moverlo hasta el patio. Fede y el Cabeza ya tenían preparada la cruz y se disponían a atarlo cuando llegó Luisina. Traía la pala, arrastrándola con aire solemne. No me quedó otra que decirle del asado.
Arrancamos temprano. Primero con el Cabeza, que vive acá a la vuelta y le conté ayer del asunto. No hubo caso, tuvimos que llamar a los otros. Hasta que vinieron matamos el tiempo rompiendo la pared, para sacar la puerta que daba al patio. La hicimos mierda porque el zarpado de Gil no pasaba. Para convencerlos que vengan a ayudar, la única que me quedó fue prometerles que lo asábamos. Después que lo sacamos, Seba y Tote agarraron la camioneta y se fueron a buscar leña porque íbamos a necesitar mucha.
Lo primero que hice fue empujarlo, pero casi me cago encima. Lo único que logré fue una especie de balanceo, como si en lugar de muerto estuviera dormido y se hubiera acomodado un cacho. También me gané un dolor de cuello que todavía me molesta. Me siento como las gallinas, que las cazan del cogote y las dan vueltas así, pa matarlas.Antes de llamar al Cabe pensé en una motosierra, pero iba a ser una carnicería. Si con la cuchilla ya había un charcazo de sangre, no quise imaginarme con la motosierra. Iba a parecer Viernes 13. Además, a la nena le iba a pegar feo, todo el enchastre, las paredes. Ni hablar de mi mujer. Además, me dio cosita, yo lo quería un montón. Ya me pegó feo el chasquido al hundir el cuchillo en la carne medio podri, no sé, como el de meter la pata en el barro. Encima errarle ala articulación y girar la pata resbalosa para que zafe. Una cosa de locos.
Dos días sin poder ver la tele. Ya me perdí el primer partido de la selección. Igual, aunque me fuera a ver los partidos a la concha de mi madre, algo tenía que hacer. Ya hoy a la mañana se sentía medio olor rancio en el living.
El veterinario dice que murió de viejo. Yo me permito discrepar un poco, porque para mí Gilberto murió por ver la tele tan de cerca. No sé, la radiación le afectaría de alguna manera distinta que a nosotros. Y si no fue por estar pegado a la tele, seguro fue por las novelas brasileñas y mejicanas que veía con Silvia. Son re zarpadas, te refritan la cabeza.
A lo último el bicho estaba ciego de tanta adicción. Otra mentira del veterinario, que decía que también era por la vejez. No me jodan, si yo también estaba viendo nublado por acercarme tanto.
Si hay algo bueno, es que estos días me dejó de arder la vista. Tendría que ir al oculista, pero se me aliviaron un poco los ojos. Pasó que me senté al lado de él anteanoche, y me corrió un frío medio bizarro, por dentro, como pegado a los huesos. La tía de Silvia decía que eso era el frío de la muerte. Sentado ahí, al lado de semejante mole en estado de descomposición, intentando ver Diario de Medianoche, por fin comprendí qué quería decir la tía.
Yo lo re quería, pero me dio cierto alivio que Gilberto se muriera. El bicho se ponía delante y no dejaba ver a nadie. La misma costumbre que tenía Luisina de chiquita, que poray se la contagió a él. La diferencia es que a Luchi le podíamos cambiar de canal y en un punto se aburría o se dormía. Pero con éste no era tan fácil. Era tan grandote, se ponía adelante y chau Natalia Oreiro, chau fútbol, chau las noticias.
A Silvia no le calentaba mucho eso. Es más, si yo le decía algo a Gil, ella me retaba a mí. Claro, si siempre disfrutó de mi desdicha. Con tal de romperme las pelotas se bancaba cualquiera. Decía mejor, así no ves política, que es una mierda y te pone nerviosho. La puta madre, me pone nerviosho que no me dejen ver lo que yo quiero.
–Encima empezás a los gritos y Lu se pone mal… –Me recriminaba, poniendo cara de voz baja, pero a un volumen normal. Se hacía la campeona delante de la nena, porque para la nena su Gilberto era tooooodo en el universo.
Así que agarré la costumbre de mirar sentado con él. Por lo menos era mansito, y le daba lo mismo mirar Crónica que la final de pato o Dulce Amor. Cedimos todos, está clarito. Gil se fue metiendo entre nosotros y se hizo su lugar. Y ya nadie pudo sacarlo.
Ahora, ahorita, ahorísimo, lo veo con sus ojitos perdidos, y parece que me dijera Ni muerto me sacan de acá. Y todavía no lo puedo creer, che.