Hay un nudo en el estómago que se ajusta y se vuelve de esos que, uno sabe de antemano, no será fácil desanudar. A veces creemos que se trata de un nudo que jamás se desatará, y que quizá termine sirviendo ipara ayudarnos a subir por una soga. Pero también, otras veces, sirve para evitarte bajar.
Cuando aparece uno de éstos nudos, algo anuncia. Dicen que las mujeres tienen un sexto sentido, y que perciben si algo aqueja a sus hijos, o que les revolotean mariposas en la panza cuando se enamoran, o no sé cuántas más cosas porque no soy mujer. En nuestro caso, el sexto sentido parece ser que es ese nudo en el estómago, dónde más? Podría haber sido en las bolas, pero sentir algo ahí nos confundiría con otras urgencias. La naturaleza es sabia.
Virna estaba de costado, dándome la espalda. Esa forma de la cadera descansada me excitó, tuve que frenar el impulso de volver a acostarme y amarla de arrebato. Por dos motivos, uno insignificante: debía llegar temprano al trabajo; el otro, más importante: la indignación de que Virna me niegue aún dormida; sería el colmo de la ninguneada para un macho con ansias de reproducción como yo.
El nudo apareció cuando le di el beso de despedida. Ella, medio dormida, torció la boca sólo para deshacerse de mí. Y ahí el nudo, una breve explosión que a veces se confunde con un pedo. Terminó de ajustarse cuando, cerrando la puerta de calle, me di cuenta que la única manera de alcanzar el bondi era corriendo.
No es fácil determinar el origen de un nudo de esta naturaleza. A mi intrincada cabeza suele costarle encontrar la punta del ovillo que disparó la certeza de que algo complicado va a pasar. Puedo pasar el día alerta en el trabajo, deseando que el quilombo esté ahí; pero sabiendo que la bomba me está esperando en otro lado. En el inconsciente siempre lo supe, pero el instinto conservador nos hace engañarnos a nosotros mismos sobre estas cuestiones.
Lo bueno de un nudo es que anuncia una hecatombe, y en general esas explosiones se dan de una, sin preámbulos. Esperan cautelosas, y están tan celosas que al mínimo chispazo te vuelan los pelos. Esta no fue la excepción.
Llegué del laburo y me rasqué un rato frente a la tele. Virna no estaba. Más tarde llegó, apoyando lo que traía de una manera decidida, pude sentirlo. El beso en la mejilla, esquivando el mío a la boca, terminó de convencerme que era cuestión de esperar. De última, como mucho, yo sólo necesitaba inventar algo, hacer algo, decir algo, para que ella tuviera la justificación para detonar.
–Hola mi amor… –pensé en decirle: porqué beso en la mejilla?, pero me entusiasmó más la idea de reventarle los sesos y acelerar el proceso. Ya no aguantaba este faquin nudo estomacal que no me había dejado comer en todo el día–. Ya compraste algo para comer? Porque me llamaron los pibes y ensayan hoy, y yo… –le dije, como quien no quiere la cosa.
(PUM)
–Boludo, me estás jodiendo?
–Por?
–Cómo por?… Qué soy yo, tu sirvienta?
–Porqué decís eso?
–No termino de llegar y me salís con que si compré para comer… y si compré es al pedo, porque te vas con los pelotudos al ensayo, a pelotudear…
–Eeeepa… bue, poray sí sos mi sirvienta nomás, si me acabás de dar un beso en el cachete… –tiré todo el alcohol al fuego.
(silencio, Virna tragando saliva)
–Sabés qué? Te vas a la mierda… TE VAS A LA MIERDA!!! –gritó, y entramos en la carretera del nudo, lo pude sentir, parecen unidos el nudo y el quilombo, se sienten, se atraen, instinto paternal, no había vuelta atrás.
–Cómo?
–Que no te aguanto más… que te vayas a la mierda… que me cansé… que sos un pelotudo… sabés?
–Claro, y desde cuándo estás cansada?
–Ahora me cansaste…
–Buá… ok, de golpe sos así de impulsiva… la concha de tu madre… –me calenté yo.
–No, la verdad que no… estoy hinchada los huevos desde hace rato, sabés?
–No, no sabía… ahora me lo estoy desayundo… y son la siete y media de la tarde…
–Ves? Siempre con tu pelotudeo… te pensás que es chiste siempre?
–Nop, pero qué querés que te diga?… Querés que te aplauda?… Querés que te pregunte qué te pasa, para decirme que nada, son ideas tuyas?
–Sos un pajero…
–Ok, hablá boludita… ya fue… hablá…
–Que hable de qué?
–Vaaaaaaaaa, va… ya me hiciste calentar, así que decí lo que tengas que decir y a la puta que lo parió…
–Ahora sos vos el caliente?
–Tas loca de la cabeza nena… estoy caliente porque te hacés la caliente, y después esquivás el bulto… largá la batata y a la mierda…
–No tengo nada para decirte…
–Bue, me voy…
–Ok, sí tengo… –y arrancó, acá me cantó las cuarenta y yo fui el comodín de todos los bardos, y todas las dudas y las certezas–. Ya fue You… no podemos seguir así… –bla bla bla, el argumento habitual que le sigue al no podemos seguir así. Bla bla bla un rato más–. En fin, todo depende de vos You… –Todo depende de vos You, caso cerrado. Pero no–. Si me dedicaras el tiempo suficiente, dentro de un tiempo verías que me terminás olvidando… siempre es así… no te preocupes porque nos separemos hoy, mañana cerrás el capítulo y listo, chau Virna… –Terminó de monologar, con un cambio de aire final hacia ese tono comprensivo e insoportable que tienen los psicólogos y los curas.
–Por qué creés que quiero deshacerme de vos?… No disfrutamos estar juntos acaso?… Porqué vos te querés deshacerse de mí?… –Le pregunté, algo desorientado.
–Vos no lo ves, pero estás cansado de mí… ya no es lo mismo… si fuera por mí estaría toda la vida con vos… y de hecho lo voy a hacer… pero vos…
–Yo qué?
–Vos no, vos te vas a ir, vos no vas a estar siempre… y lo entiendo… y fijate que no estoy enojada con vos al final… estoy enojada con esto de que nos cabriemos porque no podamos tener en claro las cosas… pero en fin, por nuestro bien, debemos llegar a separarnos algún día…
–Y Ese día es hoy(?)…
–Tal vez, yo creo que no, que falta algo más entre nosotros… pero sí es necesaria la distancia…
–Ufff, siempre es el mismo chiste: necesito un tiempo…
–Claramente… pero el que necesita un tiempo sos vos… –lágrimas en los ojos-. Podemos tomar distancia cuantas veces necesitemos, pero igual tenemos que transitar juntos el final del camino… solo así un día estaré completa, y vos vas a poder estar con otras sin la culpa de haberme abandonado como siempre te pasa… –Me dejó en cambio. Si hasta se permitió perdonar mis deslices!!! Eso me escandalizó, y ella ni siquiera esbozó un reclamo–. Yo sé que siempre me vas a amar y no te vas a olvidar de mí, pero esto es necesario… ojo, siempre seré tuya aunque no volvamos a vernos… siempre voy a estar esperando, aunque seas vos el que me busque todo el tiempo… es lo que nos toca a cada uno, yo te esperaré pero no puedo buscarte… vos, todo lo contrario… –No supe discernir si lo que me decía estaba bueno o malo.
–Andate por ahí a buscar a otras… –continuó–. Intentá con otras, que no sean iguales a mí, que sean malvadas, locas… o no, porque poray yo soy malvada y loca… está con ellas y disfrutá… te voy a estar esperando cuando sea el momento justo… es la única manera de estar completos y de terminar esto tan hermoso que tenemos…
Quedé atónito. El nudo ahora era una piedra. Los tipos duros no bailan, pero lagrimean, sí señor. Me corría la sal por el lomo. Y lo peor es que ella tenía razón. Claro que sí. Sentía esa cosa de sacarme un enorme peso de encima, una presión tremenda de la nuca; que podía abrir la boca y respirar llenando doblemente mis pulmones. Sentía que el sol estaba saliendo allá afuera y no la luna. O los dos, quién sabe. El nudo-piedra seguía en mi estómago, y era del tamaño de la ansiedad por volver a verla ahora que la perdía (como pensar en el segundo cigarro cuando estás fumando el primero). Un agujero donde ella, y solo ella, podría ocupar el vacío.
Me alegró esa distancia precipitada que nos despegaba, pero me alarmaba esa incertidumbre de no saber si besaría esos labios otra vez, después de esta última que quedaba. Quedaba una última después de todo lo dicho? Quise recordar el último beso antes de esta tormenta. Había sido aquél descuidado por la mañana?. Maldije no haber aprovechado cada uno de ellos como si fuera el último. Siempre nos maldecimos por esas cosas, es la estupidez de los que sobreviven en un funeral. Qué iba a hacer ahora? Un gran signo de pregunta me alentaba y el nudo-piedra que iba a estar allí hasta que volviéramos a encontrarnos. Si algún día yo era capaz de encontrarla.
Me acerqué y marqué el momento con ese beso que necesitábamos llevarnos. Porque sí, porque lo merecíamos después de todo, y aunque todo, y sobre todo. Y porque para viajar, uno tiene que tener algún boleto de ida y vuelta.
Cuando nos separó la angustia, pudimos ver que la tierra se abría bajo nuestros pies. Un abismo. Todo dicho.
Rodeé la mesa y advertí sobre ella las monedas de un vuelto que hacía un rato yo mismo había tirado, tan desinteresadas por la escena. Brillaban gastadas, como el beso que se me iba apagando dentro. Fueron el último destello antes de mi partida.
Caminando bajo luces raras de una ciudad que me resultaba extraña (no hay cliché más acertado para explicar mis sentimientos), pensé en todo lo que había dicho Virna. Y la extrañé con la garganta y los dientes, y la sangre y la carne, y con todo lo que no se puede tocar.
Y me esforcé por imaginar una despedida más poética, sin tanta explicación de por medio, como a ella le hubiera gustado. Tirándome unas monedas para el viaje, en lugar de este beso, que vamos a ver cuánto me dura hasta pedirme la vuelta.
r.canapé